miércoles, 3 de septiembre de 2014

DE DIOSES Y DE MONSTRUOS






No es fácil ser el centro de una atención jamás buscada, de vivir apuntado con índices prejuiciosos y acusado sin razón.

Desde mi torre oscura solo encontraba paz cuando contemplaba los campos repletos de gamones. Su color violáceo, su hermafroditismo y la toxicidad de sus tubérculos, hace que los considere mis hermanos.

Yo no elegí poseer mis múltiples malformaciones, fue algún sádico dios quien me jugó esa broma, ese error que todos se encargaron de inmortalizar.

Me condenaron a cubrir mi cuerpo con túnicas y a caminar con la cabeza baja para que la sombra escondiera mi rostro; pero nunca falta algún curioso. Me he encargado de algunos de ellos, pues mis malformaciones no son vanas; mi despiadado dios me proveyó de una fuerza anormal, tanto como lo soy yo. Es que mis manos, que no son como tus manos, son incapaces de sujetar algo sin destruirlo. Jamás podría con ellas acariciar a un ser querido, aunque a decir verdad todo el mundo me desprecia.

Me he mudado cientos de veces, he atravesado desoladas tierras escapando de más pueblos de los que podrías recordar; pero yo sí los recuerdo. Recuerdo cada insulto, cada mirada, pues el cruel dios que me creó me dotó de una memoria prodigiosa para que jamás olvide quién soy y quién no soy.

Aquella mañana sucedió lo inevitable: un grupo de hombres vino en mi búsqueda. ¡Malditos! ¡Juzgan a alguien solo por su aspecto y dicen que yo soy el monstruo!

Rompieron la puerta y subieron hasta lo alto de mi torre. No los ataqué cuando los tuve enfrente porque, a pesar de mi acumulación de grises sueños rotos, en el fondo siempre fui un iluso. Creí que si me quedaba tranquilo podríamos tener una conversación que aplacara su ira, pero las almas de los hombres son amargas:

«¿Por qué no te mueres, monstruo? El mundo será un mejor lugar cuando ya no estés en él».

«¡Enfrenta tu destino, esperpento! No nos pidas misericordia, que te perdone tu dios».


Aquellos fueron algunos de los agravios que recibí, agravios que escuché toda mi vida pero siempre duelen.

Quise preguntarles el porqué de su cabreo, pero mis labios, que no son como tus labios, solo producen barboteos cuando me pongo nervioso.

«Dinos que hiciste con Sabrina, ¡bestia! Desapareció hace una semana; tú la debes haber matado, tú la debes haber violado, ¡animal!»

No tenía idea de quién era esa Sabrina, pero ellos no estaban allí para explicarlo.

Uno de mis visitantes se abalanzó hacia mí con un cuchillo, pero me protegí con uno de mis brazos, que no son como tus brazos, desarmándolo al instante.

Lo sujeté de la cabeza y ejercí una fuerte presión sobre ella. Contemplé el pánico en sus ojos mientras mis dedos, que no son como tus dedos, evitaban que le llegara oxígeno al cerebro. Pronto su cráneo cedió, provocando un tragicómico chasquido.

Los demás enajenados me atacaron. Me defendí y lastimé de gravedad a varios de ellos, pero eran demasiados, incluso para mí.

Salté por la ventana rompiendo vidrios que no lograron lastimar mi escamosa piel. Caí de mi torre sin hacerme daño, pues mis piernas, que no son como tus piernas, soportaron el impacto sin problemas.

Me vi obligado una vez más a abandonar mis proyectos y mis sueños, porque los monstruos no deben soñar, porque los monstruos no deben vivir, sino sobrevivir.

Mis depredadores me persiguieron con hachas, machetes y diversos proyectiles que me lanzaban con furia.

Atravesé unos árboles y llegué al campo de gamones que solía contemplar desde mi torre. Siempre adoré a esas flores, quizás porque al igual que yo, son un estimulante alimento para cerdos.

Pero los gamones no me protegían como lo hacían los árboles, no había sombras allí donde camuflarme, y de pronto sentí un dolor en mi espina irregular.


Continué corriendo y logré perder a quienes me perseguían. Mis pies, que no son como tus pies, me transportaron a una velocidad como jamás lo habían hecho, y casi sin darme cuenta vi ante mí un precioso edificio. «¿Se tratará acaso de una iglesia?», pensé que estaba a punto de encontrar mi salvación.

Sentí el llamado de un dios que quería hacer las paces con mi alma; habría sonreído pero, debido a mis deformaciones, siempre me fue físicamente imposible hacerlo.

Continué corriendo sin sentir mis anómalas extremidades, y me faltaba poco para llegar a esa edificación con techo del color de los gamones. «¿Tendrá una cruz allá en lo alto?», «¿Acaso mi salvador se acordó de mí?», me hice toda clase de preguntas, porque en el fondo siempre fui un iluso.

Sentí el mayor sosiego de mi vida y quise levantar la vista y encontrar la cruz, pero entonces mis párpados, que no son como tus párpados, se cerraron.



30 comentarios:

  1. Mortal !!!!! ...

    ResponderBorrar
  2. La piel escamosa, la deformación del cuerpo, la identificación con el no nacido, son premisas de la condición humana. La monstruosidad que en apariencia llevaba el iluso no es sino el reflejo de nosotros mismos, viendo en él lo que no queremos ver dentro. Juzgamos el exterior, lo que se ve a simple vista pero incapaces somos de ver la negrura que albergamos.
    Paradojas, iluso monstruo que albergaba más dulzura que mil rezones de domingos en la iglesia. La historia muy bien contada, guardando celosamente la estocada final… termino de leerte y termina también la melodía Gothic Cold Violin- A Ghost of an Angel, la cual me deja en espesa tristeza. Saludos.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Qué análisis más completo el tuyo, AileeN!
      Paradojas; me alegro de que te haya dejado en espesa tristeza.
      Abrazo

      Borrar
  3. Prejuicios contra un ser diferente, quien es el monstruo, desde luego él no por su apariencia, desde su punto de vista ellos son los monstruos, me encantó :))

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado mi relato.
      Muy cierto lo que dices, Alejandra.
      Abrazo grande

      Borrar
  4. Mis más sinceras felicitaciones, mi estimado Federico, un relato vertiginoso y lleno de tristes verdades, porque a fin de cuentas, ¿quien es el monstruo? o tal vez ¿se necesita una malformación para ser monstruo?. Muchos monstruos tienen físicos de ángeles, pero nuestros miedos y temores mezclados con la ignorancia de lo desconocido, nos baja el interruptor de la razón dejándonos a merced de nuestros instintos básicos más salvajes, De más está decirte que me encantó tu relato y mis felicitaciones y respetos. Un abrazo!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Alonso, muchas gracias por tus palabras.
      Te mando un abrazo, amigo.

      Borrar
  5. Brillante tu relato, que no es como los mios. :)
    Buen bien marcado el ritmo con esa coletilla. Enhorabuena

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Santiago, gracias por el comentario; muy valioso, más proviniendo de un gran conocedor del terror y del género fantástico como tú.

      Borrar
  6. ¡Brutal! Muy bueno, como todos tus relatos. Me ha encantado tu modo de comparar al "monstruo" con los que son "normales", y cómo al final parecen desdibujarse y tornarse las barreras sobre quién es el monstruo y quién es el no-monstruo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Marsar.
      Aprecio mucho tus visitas y tus reflexivos comentarios.
      Te mando un abrazo.

      Borrar
  7. Hola Fede.
    Un cuento magnifico, de terror con tintes filosoficos y reflexivos. El ritmo que le imprimiste, acelerado, es muy preciso.
    Abrazo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias, Richard.
      Eso es lo que intento con mis cuentos, que tenga alguna reflexión, más allá del género de terror.
      Abrazo grande,

      Borrar
  8. Genial historia. He sentido ese pequeño alivio al final, aunque yo no sea como él... Pero tu manera de contar la historia ha hecho que así lo sintiera.
    Un saludo y gracias por compartir.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Ramon.
      Me alegro de que te haya gustado y de que mi relato te hiciera sentir eso.
      Un saludo!

      Borrar
  9. Pues amigo Federico, esto está probablemente entre lo mejor que te he leído. En apenas unas líneas desarrollas un interesantísimo personaje aquejado por una terrible maldición y como siempre das lugar a una buena reflexión, en este caso, para mí, sobre lo divino y lo humano. Más allá de eso, el ritmo que imprimes es brutal y las imágenes diría que casi cinematográficas (vino a mi mente el vuelo sobre el nido del cuco.
    Un saludo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Interesante relación la que haces, Sandra. Siempre me dejas algo sobre lo que pensar en tus comentarios.
      Me alegro mucho de que mi cuento te haya gustado y de que te diera lugar a esas reflexiones.
      Saludos.

      Borrar
  10. ¿Acaso no somos todos monstruos? Como encabezas en tu blog, el hombre los crea a su imagen y semejanza. De nuevo una sobredosis de talento y dedicación Fede, más allá del terror, un mensaje incrustado para reflexionar. Grande!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Miguel!
      Me alegro de que hayas desincrustado el mensaje.
      Abrazo grande de un monstruo a otro.

      Borrar
  11. Simplemente fantástico!!!
    Me gusta tu capacidad de resumen para crear historias tan completas que hacen un mundo en un momento e invitan siempre a reflexionar.
    ¿Quién maneja la balanza del bien y del mál? Al final, como tantas veces sucede, ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos como parece.
    Un saludo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te gusten mis relatos y de que te inviten a hacer tus fabulosos comentarios.
      Abrazo, Angélica.

      Borrar
  12. ¡Tremendo! Me ha encantado. Yo también disfruto mucho reflexionando sobre las "monstruosidades".
    Un saludo

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. ¡Gracias, Mar! Me alegro de que te haya gustado.
      Un monstruoso saludo.

      Borrar

  13. Me encanta como siempre tu forma de narrar, te he de ser honesta, y tus primeros relatos como éste son mas oscuros, más trágicos, totalmente reales, me encantan mucho mas, muestran la cruda y cruel realidad a la que nos enfrentamos.

    Me hace recordar varias historias de personas reales que les paso algo similar que al monstruo que relatas, no requieren ser tan deformes para ser rechazados por una sociedad que cree por ser diferente te pueden culpar.

    Creo que por eso mismo me aíslo de esa sociedad que no puede aceptar personas que son diferentes física o mentalmente, lo único que puedes hacer para intentar relacionarte, (porque no puedes dejar de hacerlo), es hacerles creer que estas de acuerdo en todo lo que dicen.

    ¡Genial Federico como todo lo que escribes!

    ¡saludos!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Este monstruo te agradece el comentario, Tere.
      Tal vez deba intentar recuperar eso que dices tienen mis primeros relatos.
      Mis garras te abrazan.

      Borrar
  14. Federico, excelente texto.
    Me recuerda esto que muchas veces lo que odiamos es lo que no entendemos. Esa última línea "...pero entonces mis párpados, que no son como tus párpados" es brutal.
    Saludos, nos seguimos leyendo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por el comentario, Miguel.
      Tienes razón con esa frase, muy acertada.
      Mis párpados se cierran con satisfacción tras leer tus palabras.
      Saludos y nos seguimos leyendo!

      Borrar
  15. Anónimo07 marzo

    Si el monstruo viviera en un mundo de monstruos como él y existiera un único humano, que es como esos humanos, ese humano se creería dios.
    Ojalá ver el corazón de las personas fuera un sentido al igual que el tacto o el olfato, sería igual de útil.
    Abrazo fuerte, compañero.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Creo que tienes razón. Hay que cuidarse de los humanos.
      Mis garras te abrazan, amigo!

      Borrar

GRACIAS POR COMENTAR Y POR COMPARTIR.